El Cáncer: Una enfermedad agresiva que nosotros hacemos más agresiva aún


Para cualquier persona recibir un diagnóstico tan difícil como el cáncer representa un choque, no sólo desde el punto de vista físico o emocional; esa palabra tan fuerte encierra en sí misma una serie de cambios que ocurren en el entorno del paciente que van a variar sus perspectivas, inquietudes, temores, etc. Pero más allá de todo esto, el motivo de estas palabras es mostrar como quienes están alrededor del paciente oncológico en muchos casos hacen más pesada esa cruz que lleva a cuestas.

La práctica médica diaria te lleva a un aprendizaje que va más allá de lo que los libros te enseñan, y así, en el transcurrir de los días puedes obtener de las vivencias de tus pacientes, las experiencias, que si bien muchas son amargas, todas contribuirán a tu formación para ayudar a la siguiente persona.

El paciente oncológico es sacado de su “zona de confort”, de forma incluso violenta; cuando una persona, que muchas ocasiones se encontraba “bien”, se topa con un muro tan alto y un camino tan tortuoso como el que representa su enfermedad, el simple impacto psicológico le va a trastocar su día a día; si a esto sumamos que por el mismo proceso de diagnóstico y tratamiento, deberá ser sometido a exámenes y más exámenes, a procedimientos de toma de biopsia, a intervenciones quirúrgicas, a tratamientos de quimioterapia y radioterapia, etc.; el cambio será tal que le impedirá su actividad diaria a la que estaba habituado, asistir a su trabajo, estudio, hobbies, etc. Muchas veces quienes conforman el entorno de estos pacientes pueden agravar dichas situaciones (aunque sea involuntariamente), el simple hecho de no prestar el apoyo que la persona necesita, muchas veces por miedo o desconocimiento, representará para el paciente un componente extra en su ya afectado estado de ánimo. Se presentan casos en los que el empleador no ofrece la colaboración que el individuo requiere ante un compromiso en la productividad o ausentismo laboral; se ven casos en los que la pareja abandona a la persona ante un cambio en el aspecto físico a consecuencia de la cirugía o como secuela a algún tratamiento. Los amigos ya no frecuentan o siquiera llaman al sentirse en una situación tan “comprometida”. Y hasta el profesional de la salud (aunque parezca paradójico), cuando no está familiarizado o no pertenece al área oncológica, tiende a rechazar al paciente ante el desconocimiento en su manejo.


A todos nos ha tocado al menos un amigo, familiar o conocido afectado por este flagelo, nuestra disposición es todo lo que muchas veces necesitamos para ayudar. No se debe perder la condición humana ante el sufrimiento, a veces el simple hecho de estar allí lo cambia todo.

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