El
tratamiento radiante tiene como característica ser una terapia oncológica de
efecto primordialmente local, que aunque no tiene los efectos secundarios tan
notorios o floridos como los tiene la quimioterapia, tampoco está exento de
ellos. Quizás los que históricamente han sido más característicos, y que llaman
más la atención a los pacientes, amigos y familiares, son los efectos que
ocurren en la piel, y no es de extrañar que eso sea así, ya que están a simple vista.
La
piel es el órgano más extenso de toda la anatomía, es un órgano que tiene como
función principal (aunque no es la única) el servir de barrera contra el medio
externo, con esta característica es esencial que tenga gran dinamicidad, para
que esté en constante renovación. Cuando la piel es expuesta a un estímulo
nocivo (como la radioterapia) se desencadena un efecto que va a
conducir a un proceso que culminará con la reparación de ese daño.
Cuando se administra la
radioterapia, ésta puede ser dada a diferentes esquemas de fraccionamiento
(éste tema se desarrollará en una entrada diferente), lo cual tiene por fin el
daño de la célula enferma de forma sostenida, muchas veces influyendo incluso
en las células sanas, interfiriendo en su proceso natural de reparación; por
ello ese efecto constante y aditivo será gradualmente evolutivo si no se toman
ciertas medidas al respecto.
Es por eso que se le dan al
pacientes ciertas recomendaciones o directrices que deben seguir durante el
tratamiento radiante (o incluso luego de finalizado el mismo), para tratar de
minimizar dichos efectos y que sea el proceso lo más tolerable posible, con la
menor cantidad de interrupciones.
El paciente no está aislado
durante el tratamiento, y no tiene por qué estarlo; además, siendo un
tratamiento ambulatorio, y tratando de no sacar de su “zona de confort” al individuo,
se le incentiva que permanezca en sus actividades cotidianas tanto como sea
posible, teniendo sólo como limitaciones las que su estado general les
confiere. Por ello la exposición ambiental es la principal causa de
exacerbación de los efectos tópicos de la radioterapia, debido a esto la
principal recomendación que al paciente se le realiza es evitar la exposición
solar, sobre todo si la zona que está recibiendo tratamiento está expuesta
(como por ejemplo la cabeza, el cuello, brazos, etc); indicándose que dichas
zonas deben ser cubiertas cuando se encuentre en exteriores, ya sea utilizando
sombreros, gorras, bufandas, etc. Se debe limitar la exposición a temperaturas
extremas (tanto frío como calor), por lo que actividades como el cocinar, ir a
la playa, al parque, utilización de bolsas de hielo, el baño con agua caliente,
deben ser evitadas. Así mismo se debe tener en cuenta que para la aplicación
del tratamiento en muchos casos se realizan marcas en la piel que sirven de
guías para el posicionamiento diario, las mismas deben ser cuidadas de no ser
borradas.
Otro aspecto a tener cuidado en
estos casos es la utilización de productos cosméticos o procedimientos relacionados;
los productos tópicos (cremas, sprays, etc) pueden potenciar los efectos de la
radiación y empeorar las radiodermitis o radio dermatitis (término con el cual
se define el daño en la piel producto de las radiaciones ionizantes), por lo
que la aplicación debe estar omitida por completo con la excepción de los
productos recomendados por su médico en consulta. Procedimientos como el
depilado, afeitado, tatuado, extracción de granos, espinillas, exfoliaciones,
peeling, aplicación de tintes para el cabello, etc, deben ser de igual forma
omitidos, y su realización, si no puede ser diferida, debe ser previamente
consultada con su médico tratante.
Existen numerosos productos que
por su acción sobre la piel son recomendados para evitar que se presente su
daño durante la radioterapia, minimizando su toxicidad o para
formar parte de la terapia que ayude cuando ya está instaurado dicho efecto,
dichos productos son de recomendación exclusiva de su médico tratante y debe
ser él, quien realice la indicación y explique el modo de aplicación, extensión
y duración de la misma.
Se tiene como reserva médica y a
criterio del facultativo el interrumpir el tratamiento radiante, cuando el
mismo considere que el paciente lo requiere para que el proceso de recuperación
de la piel sea el suficiente y se encuentre óptimo para continuar.
Es de vital importancia la
colaboración del paciente y sus familiares para lograr el objetivo de cumplir
con el tratamiento radiante, con la menor cantidad de interrupciones y con los
menores efectos secundarios como sea posible para el paciente.
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