A pesar de ser la Radioterapia la
especialidad médica probablemente menos conocida, por la falta de familiaridad
y los mitos tejidos en torno a ella, al escuchar su nombre es inmediata la
asociación a otra palabra: “cáncer”; y esa relación va de la mano con una idea
no muy alejada de la realidad, casi la totalidad de los pacientes que reciben
radioterapia son pacientes oncológicos, el especialista en tratamiento radiante
es denominado Oncólogo Radioterapeuta, y nuestra formación va centrada en la
oncología.
Sin embargo la
radioterapia tiene aplicaciones en patologías “benignas”, condiciones en las
cuales, a pesar de no tratarse de una patología oncológica, puede contribuir a
la mejoría del paciente cuando otros tratamiento han fallado en este fin. El
mecanismo de acción de nuestro “medicamento” es básicamente el mismo que utilizamos
en las enfermedades malignas, pero aprovechamos esas propiedades para la
aplicación no oncológica.
Unos de los
principios fundamentales de la aplicación de la radioterapia es la
justificación de la misma, es decir, siendo un elemento terapéutico no exento
de efectos secundarios y/o complicaciones, se debe evaluar el costo/beneficio
para el paciente de ser aplicado. Históricamente, desde los primeros trabajos
sobre “radiactividad” por los esposos Curie, cuando se comenzó a describir
propiedades de ciertos materiales pero no se conocían a fondo sus posibles
efectos, se hizo un uso indiscriminado de elementos radiactivos en aplicaciones
no médicas, o en aplicaciones médicas en las cuales no se había demostrado su
efecto terapéutico. Se llegó a utilizar radio en cremas faciales, en
vestimenta, en pasta dental, en agua potable “especial”, en goma de mascar,
¡hasta en supositorios!, todo esto trajo procesos secundarios a los pacientes
(y hasta a los propios científicos descubridores) que hicieron dirigir el
estudio no sólo a las aplicaciones terapéuticas de dichos elementos, sino a sus
posibles efectos secundarios. Sin embargo en ciertos procesos, y dadas las
propiedades de la técnica en sí, cuando las alternativas de tratamiento no son
lo suficientemente efectivas o son inexistentes, la radioterapia proporciona el
alivio requerido al paciente.
Quizás la
aplicación no oncológica más común de la radioterapia es en los protocolos de
tratamiento de las cicatrices hipertróficas o queloides, trastorno del proceso
de cicatrización en el paciente en el cual existe crecimiento del tejido de
forma anormal, produciendo cierre de heridas con deformidad de las mismas;
teniendo en cuenta todo lo expuesto se le ofrece al paciente la alternativa
terapéutica en la cual se planifica la remoción del tejido cicatricial y
aplicación de radioterapia, bien sea braquiterapia o radioterapia externa (de
preferencia con electrones), dentro de las 4 a 6 horas posteriores al acto
quirúrgico, lo cual evita la formación del tejido excedente. La planificación
del tratamiento radiante para dicho trastorno, y que se tiene como principio
general en cualquier aplicación de radioterapia a enfermedades “benignas”, se
basa en que se deben utilizar las técnicas apropiadas para que se irradie el
menor tejido sano posible, que se utilicen los campos de tratamiento tan
pequeños como se pueda y la dosis fracción y número de sesiones tan bajos como
sea efectivo (dosis efectiva).
Sin embargo, a
pesar de ser la más común aplicación de radioterapia en enfermedades no
oncológicas, las cicatrices queloideas no son las únicas enfermedades en las
que se pueden utilizar el beneficio terapéutico de las radiaciones ionizantes.
En las enfermedades osteoarticulares se han venido utilizando con buenos
resultados anti-inflamatorios desde los inicios de las aplicaciones médicas de
la radioterapia, quizás en la actualidad por el advenimiento de nuevas
alternativas de tratamiento no sean la primera opción en muchos casos, pero
sigue presente como alternativa cuando otros tratamientos fallan. Entre algunas
de las enfermedades osteomusculares en las cuales se puede utilizar la
radioterapia tenemos la artritis degenerativa (osteoartritis), la bursitis,
sinovitis, tendinitis, el espolón calcáneo, el hallux valgus o juanete, la
osificación heterotópica, la enfermedad de Dupuytren, la sinovitis
villonodular. También es útil en otras
enfermedades con efecto anti-proliferativo (multiplicación celular acelerada),
como la de Peyronie, la ginecomastia, el pseudotumor orbitario, la oftalmopatía
de Graves, las malformaciones arteriovenosas, la degeneración macular senil, el
pterigion, el hemangioma vertebral.
En general se
debe evaluar siempre la "justificación" para la aplicación del tratamiento con
radioterapia, se debe hacer del conocimiento del paciente todas las
alternativas disponibles, las posibles consecuencias a corto, mediano y largo
plazo para se tome una decisión consensuada. Por ende, si usted tiene alguno de
estos diagnósticos con tratamientos poco efectivos hasta ahora, no dude en
consultarnos para ofrecerle nuestra ayuda.
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