Como
complemento de la entrada anterior, queremos comentar ahora sobre el apoyo
familiar al paciente oncológico, algo tan vital como el tratamiento mismo, y
que a veces puede llevar a la familia a situaciones y decisiones extremas. Si
bien como médicos nos ocupamos del bienestar físico de nuestro paciente en
cuanto a darle la mejor calidad de vida (ya nombrado en otra entrada), de
prolongar la sobrevida de acuerdo al estadio y pronóstico de la enfermedad con
las herramientas que tenemos, ya sea, radioterapia, quimioterapia o
intervención quirúrgica, no podemos olvidar que el paciente también necesita a
su familia a su lado, dándole ánimos y la mejor cara no importa el desenlace
que conlleve esta lucha.
A los familiares
de los pacientes en tratamiento pedimos apoyo en casa en el soporte
alimenticio, adecuada hidratación, cumpliendo la medicación domiciliaria,
promoviendo el descanso del paciente, sin llegar al aislamiento absoluto,
colaborando con la asistencia puntual a todos los tratamientos y estudios
control solicitados. El familiar es nuestra mejor conexión ante cualquier
eventualidad por eso es indispensable su empatía con el médico tratante
igualmente que el paciente, es decir, por lo menos un familiar que se comprometa
a avisar o consultar cualquier incidente para que este sea manejado de forma
precoz y de la mejor manera, todo esto en pro de no interrumpir los
tratamientos una vez comenzados. Con
frecuencia la consulta a otros médicos fuera de la especialidad oncológica por
desinformación lleva a opiniones erradas que muchas veces conmocionan al
paciente innecesariamente, siendo esto, un momento de malestar y preocupación
para el paciente y su familia. Y aunque los efectos secundarios de los
tratamientos se hagan sentir con más sintomatología en unos que en otros
pacientes, es deber del familiar mantener la mejor actitud, transmitir
confianza y fe en el tratamiento que estamos impartiendo, si bien por momentos
podremos ver a nuestro paciente descompensado no dudemos en acudir al oncólogo
tratante para mejorar su situación y que nos de la información oportuna. Le
recordamos al paciente que con las menos interrupciones posibles, su
tratamiento culminara más rápido y podrá pasar a la etapa de seguimiento.
A los familiares
de los pacientes de estadios avanzados (metástasis a distancia),
individualizando cada caso por supuesto, en los cuales el pronóstico puede ser
más reservado, les resaltamos igualmente mantener la calidad de vida del
paciente con apoyo médico, pero más que esto les hablamos sobre el compartir
con el paciente que es nuestro ser querido, porque aunque nunca podamos
precisar la fecha del desenlace, son preciados nuestros últimos momentos
juntos. Si bien nunca se nos enseña en nuestra cultura como manejar el duelo y
pérdida de un ser querido, debemos hacer un llamado a nuestra fe, nuestra
fuerza interior y madurez para afrontar esta realidad de la mejor manera, por
nosotros y por nuestro paciente que espera de su familiar el amor, la
comprensión y paz que quizás ha necesitado y buscado desde hace mucho tiempo
antes. Conversar, ahondar en problemas no resueltos con padres, hermanos o
hijos, o simplemente un abrazo que lleve consigo el perdón de acciones pasadas
que siembren ahora la paz espiritual. La visita de familiares, y hasta la
conversación con un religioso puede ayudarle al paciente a sanar heridas. Un
viaje en familia a la playa o algún lugar placentero que deje lindas memorias
para todos. No mostremos lágrimas anticipadas a alguien que está necesitando un
abrazo y palabras con las que le hagamos saber que lo amamos. Aunque esto es
difícil de aceptar para muchas personas, pensemos que es un tiempo que Dios nos
da para disfrutar ese ser querido y que este se lleve en su corazón su mayor
riqueza que es el amor de su familia.
Todo esto
lleva a una re-evaluación existencial tanto del paciente como su familia, donde
debemos tener presente, que las riquezas más importantes son las espirituales y
no las materiales, si pasamos nuestra vida queriendo acumular riquezas en una
casa grande, un auto nuevo o un banco y no en nuestro corazón o nuestra familia,
pues será más difícil desprendernos cuando nos llegue nuestra partida, pues lo
material se queda y lo espiritual asciende.
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