El
Oncólogo Radioterápico es un médico de referencia, forma parte del equipo
multidisciplinario que se encarga del manejo del paciente con patología
oncológica, por lo tanto se acude a nosotros cada vez con más
frecuencia, al demostrarse el beneficio de la radioterapia ya sea su uso radical, neoadyuvante, adyuvante o paliativo. Pero todo esto le trae a ese individuo, al que ya se sometió a
muchos exámenes, tomas de biopsia, cirugía, quimioterapia, una nueva inquietud:
“ahora voy a radioterapia….¿qué va a ocurrir conmigo?”.
Nuestro
“proceso” de atención al paciente para radioterapia se inicia con la referencia, en nuestra consulta siempre recalcamos que
consta de tres procesos fundamentales: La evaluación por consulta, la
simulación guiada por imágenes y el inicio del tratamiento radiante.
La
consulta de radioterapia es una consulta orientada a la oncología, evaluando
por supuesto los aspectos relacionados con los antecedentes familiares y
personales, un buen interrogatorio como siempre nos han enseñado en la medicina
es la base de todo; la evaluación de los factores de riesgo, otras enfermedades
con las que cursa la persona, tratamientos que recibió o recibe, los estudios
de extensión que le han practicado, etc. Se evalúa el caso por completo, con
todo lo antes expuesto, se corrobora un diagnóstico con el cual el paciente ya
fue referido, esto incluye tipo de células de constituye el tumor, ubicación, extensión local, regional y sistémica, la evolución de su tamaño
en respuesta a tratamientos previos; se establece la indicación de recibir radioterapia y se hace una prescripción de tratamiento.
En éste punto le damos al paciente la información pertinente en relción al
tratamiento al que será sometido y se establece un consentimiento informado al
respecto.
Alcanzamos
entonces el segundo paso, el cual es la simulación; simular consiste en
utilizar técnicas de imagen para ubicar el tumor, la zona o región a tratar,
con el fin de concentrar la radiación en la zona deseada, cuidando los órganos
que se encuentran alrededor, los denominados “órganos a riesgo”. Para esto
existen diversas técnicas, que van desde las más sencillas, como son los relieves
y marcas anatómicas del propio paciente, pasando por imágenes de radiología
simple, donde nos valemos de las referencias óseas para la ubicación, hasta
técnicas más complejas como lo son la tomografía computarizada, la resonancia
magnética, la tomografía por emisión de positrones, entre otras. Independientemente
de la técnica a utilizar el proceso de simulación, en mayor o menos
complejidad, tendrá como fin en común el garantizar que el paciente permanezca
en la misma posición durante todas las sesiones que componen el tratamiento,
tan cómodo como sea posible, para que se garantice que el haz de radiación va a
donde queremos que llegue. Para ello utilizamos diversos artefactos a los que
denominamos dispositivos de inmovilización, los cuales son construidos con
materiales especiales que dispersan y atenúan la radiación lo menos posible,
que tienen diversos rangos de movilidad para adaptarse a las diferencias
propias de cada paciente, que por supuesto, son diseñados pensando en el área
específica que se desea tratar, y que permiten mediante diferentes sistemas de
señalización posicionar a diario a la persona de la misma manera; algunos son
muy sencillos y pueden ser utilizados en todos los pacientes, otros, diseñados
para inmovilizaciones más rigurosas por la complejidad de la zona a tratar, son
más “personalizados”, adaptándose al contorno del paciente, por lo tanto siendo
intransferibles. Y por eso se llama “simulación”, se busca emular las
condiciones en las que el paciente recibirá a diario la sesión de radioterapia,
para de esta manera planificar el tratamiento entregando la dosis deseada a la
enfermedad y evitando irradiación no deseada de tejidos sanos. Pero no
sólo con esto estamos conformes, también tenemos puntos de referencia que
colocamos en la superficie del paciente, y que son una proyección de un punto
interno del mísmo, que se hace coincidir con un sistema de láser guía que se
tiene en la sala de simulación, y que se correlaciona con uno similar ubicado
en la sala de tratamiento, por ello al paciente se le realizan “marcas” en
piel, con marcadores, adhesivos o incluso pequeños puntos tatuados, que
permiten al técnico en radioterapia colocarlo siempre en la misma posición.
Ya
con las imágenes adquiridas en la posición de tratamiento, se planifica el
mismo, cuidadosamente para que la distribución de la dosis sea tal que permita
considerarse “terapéutica” para la enfermedad, pero por debajo de los límites
de tolerancia en los órganos sanos. Superada esta etapa vamos al tercer punto
del proceso que es el inicio del tratamiento como tal, éste proceso puede
variar en relación a las características propias de cada unidad de tratamiento
(acelerador lineal), pero en común consiste en corroborar que las condiciones en las
que se realizó la simulación, y con las cuales se planificó el tratamiento
radiante sean cumplidas. Se verifica la posición del paciente, se utilizan los
mismos dispositivos de inmovilización, se ubica en las referencias de piel
colocadas, y se procede a adquirir imágenes que son relacionadas o verificadas con las
obtenidas en la simulación, garantizando así que todo está según lo
planificado; ya cumplido con esto se imparte la dosis de radiación.
Es importante la colaboración del paciente en todo el proceso, para ello se le hace hincapié
en cuidar esas marcas realizadas en la piel, se le explica la importancia de
permanecer inmóvil durante la simulación y durante el tratamiento en sí, se le
indica que mientras recibe el tratamiento permanecerá sólo en una sala, donde
será monitorizado mediante un sistema de cámaras, que verá que la máquina de
tratamiento se mueve a su alrededor pero que en ningún momento entrará en
contacto con él, que la radiación no se ve, ni se siente, que no le provocará
ningún dolor o malestar durante ese tiempo que permanezca allí; que la dosis de
radiación se fracciona, por lo tanto se da de a poco, por un determinado número
de días, y que es importante la continuidad del tratamiento en el éxito del
mismo.
Todo
este sistema tan aparentemente complicado tiene por finalidad que se obtenga el
mayor beneficio del tratamiento aplicado, con los menores efectos secundarios
posibles; el paciente debe atender a todas las recomendaciones dadas por su
médico antes, durante y después de la radioterapia, para que el beneficio
obtenido sea el deseado.
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